La señal que hace 40 años fue Wow! y hoy es una decepción.

La señal que hace 40 años fue Wow! y hoy es una decepción.

Siempre que encontramos pruebas de vida extraterrestre, la ciencia nos abofetea en la cara. ¿Será que definitivamente estamos solos en el universo?

Casi 40 años de misterio. Toda la esperanza puesta en una señal de radio. Los científicos saltaron de alegría cuando el 15 de agosto de 1977 a las 23:16 se recibió una transmisión de radio de unos 72 segundos proveniente de la región oriental de la constelación de sagitario. Una señal con una intensidad 30 veces superior a la radiación de fondo cósmico. El radio telescopio Big Ear había hecho historia: Había recibido la primera señal extraterrestre de la historia. Una especie de saludo intergaláctico.

Wow! escribió Jerry Ehman en el papel donde se registró la señal, y no era para menos. Una señal así solo podía provenir de una civilización extraterrestre con inteligencia suficiente para intentar comunicarse, tal y como lo hiciéramos nosotros años antes el 16 de noviembre de 1974 desde el radio telescopio de Arecibo. Este día, se envió el igualmente famoso mensaje de Arecibo. En él, Frank Drake, Carl Sagan y otros investigadores de la época construyeron y enviaron un mensaje codificado en dirección al cúmulo globular M13 con la esperanza de que, algún día, alguna especie inteligente descubriera esta señal, la decodificara y decidiera responder o, por qué no, visitarnos.

Este mensaje recibió una «peculiar» respuesta, pero eso lo dejamos para otra ocasión.

Durante 40 años los investigadores les buscaron explicación a estos 72 segundos de transmisión. Y no es porque no queramos aceptar la existencia de vida extraterrestre, sino porque así es la ciencia. Se basa en cuestionarse todo y creer solo cuando tienes pruebas suficientes de que no hay otra explicación. Así pues, el origen de la señal empezó a ser investigado, buscando explicaciones posibles a este fenómeno para descartar falsos positivos ya que, en varias oportunidades, hemos recibido señales de radio y luego descubrimos que son causadas por otra cosa.

Lo particular de esta señal fue la intensidad y la duración. Algo sin precedentes, por lo que lo primero que le vino a la mente a los investigadores fue «Wow! Encontramos una señal extraterrestre» ¿O no?

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Desmontando el mito

El año pasado, el astrónomo Antonio Paris, del Colegio St. Petersburg de Florida postuló una hipótesis que podría desmontar el origen inteligente de la mítica señal.

Cuando la señal fue recibida, el radio telescopio Big Ear estaba rastreando en 50 canales de la frecuencia de los 1420 Mhz, la frecuencia del hidrógeno neutro. Esta banda se eligió debido a que el hidrógeno es el elemento más abundante del universo y proporciona un excelente canal de transmisión – recepción de señales. Además, es bastante sencillo separar las señales del ruido que pueda existir.

Los astrónomos también se plantearon elegir esta banda ya que si alguna civilización inteligente estuviese estudiando el cosmos, seguramente sabrían de radioastronomía y sabrían que la frecuencia del hidrógeno neutro sería las más eficiente para realizar estudios.

Con estos datos, Paris se dio cuenta de un detalle que antes no sabíamos por allá por los años 70′: Los cometas 266P/Christensen y P/2008 Y2 (Gibbs), cometas descubiertos en la década pasada, estaban pasando por la zona a la que apuntaba el Big Ear ese 15 de agosto de 1977.

Pero, ¿Que tienen que ver los cometas con la señal recibida? Bueno, ¿Recuerdan que el Big Ear escuchaba en la frecuencia del hidrógeno neutro cuando la señal se recibió? Pues, según Paris, los mencionados cometas liberan nubes de hidrógeno cuando reciben impactos de la radiación solar, y pudieron generar perfectamente esta señal. Después de todo, aún no se ha podido decodificar, por lo que no es descartable que la señal sea solo un montón de ruido aleatorio generado por esta nube de hidrógeno.

Para comprobar su hipótesis, Paris y su equipo realizaron 200 mediciones en el espectro del hidrógeno neutro entre noviembre de 2016 y febrero de 2017. Para estas fechas, los cometas 266P/Christensen y P/2008 Y2 (Gibbs) entraban en nuestro sistema solar. Se esperaba, emitirían su nube de hidrógeno al ser golpeados por la radiación solar.

El resultado fue más que tajante: La mítica señal captada por el Big Ear ese 15 de agosto de 1977 a las 23:16 no provenía de una inteligencia extraterrestre sino de las nubes de hidrógeno generadas por el cometa 266P/Christensen.

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Durante el experimento, el radiotelescopio fue apuntado al mencionado cometa. Para decepción de algunos, la señal mítica señal de 1420.25 MHz fue recibida nuevamente. Luego movieron el radiotelescopio 1° y la señal desapareció. Al volver a posicionar el radiotelescopio hacia el Christensen, la señal reapareció.

La paradoja de Fermi sigue sin resolverse

¿Es posible que un cometa se lleve nuestras esperanzas de encontrar vida inteligente en el espacio? Aunque para muchos, esto es una decepción, esto no quiere decir que de plano no existe otro tipo de vida inteligente a parte de la nuestra. Esto solo quiere decir que esa señal no era una transmisión de una civilización extraterrestre.

Sabemos que Stephen Hawkins se opone rotundamente a la búsqueda de vida inteligente en el espacio. Sin embargo, hay varios investigadores que continúan en búsqueda de inteligencia extraterrestre. Existen todavía otras observaciones que no apagan por completo la esperanza de encontrar vida inteligente, como es el caso del cambio de luminosidad de la estrella Tabby o KIC 8462852 (Aunque para esto ya también tienen una hipótesis menos descabellada que una esfera de Dyson, pero no se ha podido comprobar).

Entre tanto, la paradoja de Fermi sigue sin solución. No tenemos evidencia de la existencia de vida inteligente más allá de los límites de nuestro planeta. Esto no quiere decir que no exista, solo que aún no la hemos encontrado.

Quizás la vida inteligente es una anomalía más rara de lo que pensábamos; quizás estamos buscando en el lugar equivocado o quizás seamos los primeros seres inteligentes de un joven universo. Solo el tiempo nos lo dirá.

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Fuente: The Center for Planetary Science

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